MULTIDIMENSIONAL
2 – LUZ
Óscar se despertó, como todos los días, con la alarma de su móvil; sonaba el ‘Eye of the tiger‘ de Survivor, la banda sonora de una película bastante famosa y que le hacía despertarse con mucha energía. Cuando la canción ya había acabado desconectó la alarma y se levantó de la cama de un salto, tiró un par de golpes al aire y desentumeció su cuerpo rápidamente, después dio los pocos pasos que le separaban del baño y se lavó la cara con agua fresca para quedar mirándose cara a cara en el espejo, planificando mentalmente el resto del día y dándose ánimos.
Era el 2 de Noviembre del año 2031.
A las 08:06 de la mañana, y mientras Óscar se miraba al espejo, una canica de luz pura apareció entre su cara y su reflejo, flotando en el aire se acercó a su frente y desde allí comenzó a cubrirle poco a poco, de la cabeza a los pies, convirtiéndolo, a los ojos de cualquier ser que estuviera vigilando aquel instante, en una lámpara, demasiado luminosa, de forma humana. Pero nadie podía estar observando aquello, y si lo hubiera hecho no se hubiera dado cuenta de nada, pues el tiempo había dejado de discurrir.
Óscar seguía sintiendo debajo de aquella capa de luz cegadora como si nada se hubiera detenido, cierto es que no veía su baño, y también que debajo de sus pies había dejado de sentir el firme suelo de fría cerámica, tampoco notaba que su pecho se hinchase para recolectar aire. Sí notaba cientos, miles, de centellas a su alrededor, en la oscuridad de su visión craneal notaba luces, sombras, todas multicolor, peleando unas con otras por llamar su atención, tanto que Óscar comenzó a sentirse embriagado, mareado y se notó caer al vacío, informe y sin ninguna capacidad de mantenerse completo; vagó entre vivas llamas de todos los espectros de la luz, fundiéndose con ellas, siendo ellas, hasta que de nuevo sintió firmeza bajo sus pies, la misma que bajo sus manos y su espalda, se percibió tendido en un agradable suelo de hierba fresca recién regada y no se notó extraño por aquella humedad, la abrazó aun sin ver dónde estaba.
Seguían siendo las 08:06, pero Óscar ya no estaba en su baño.
Milímetro a milímetro Óscar abrió sus ojos, con miedo por no saber dónde se encontraría, con ansia por querer comprender lo que le había ocurrido. Vio un cielo limpio y azul, con nubes ligeras bailando sobre él. También abrió sus aletas nasales dejando que el aire entrara sin restricciones, dándose cuenta del fragante olor a césped recién cortado que se encontraba bajo él, y de la pura limpieza de la atmósfera que respiraba llenándolo de frescor y limpiándolo por dentro en su camino, oxigenándolo como si realmente nunca hubiera respirado antes.
Ante él encontró tres figuras, luminosas, similares pero diferentes, que le miraban con altivez pero con ternura.
—¿Puedes levantarte? —dijo el del medio de ellos, con voz de barítono.
Óscar descifró lo que le decían, aunque no porque comprendiera el idioma en el que le habían hablado, de hecho no conocía ninguna de las palabras que había escuchado, pero sí su significado.
—Sí —pudo decir al final cuando ya se ponía torpemente en pie, mientras que la hierba le hacía cosquillas entre las junturas de los dedos de sus pies desnudos.
Óscar centró mejor su mirada en los tres extraños que se erigían ante él y vio que no eran luz en su totalidad, sino que finas líneas de luz recorrían sus cuerpos, no siempre de la misma intensidad, y que aquella luz reflejada en su brillante piel les convertía, a ojos inexpertos, en seres refulgentes. Se fijó en que el ser situado en el medio era el más alto de los tres por un palmo, y que los otros dos medían lo mismo. Vio que vestían prendas sencillas de un material similar al algodón, con diferentes tonos de gris, quizá buscado, pues no parecían ropas sucias por el uso.
—Te sentirás extraño ahora, pero pronto comprenderás la situación en la que estás —dijo el ser situado a la derecha con voz de tenor.
—No te asustes, somos como tú, aunque un paso, o dos, más avanzados en la evolución —comentó con tranquilidad el situado a la izquierda, que no desentonaba con su grave voz de bajo—. Estás en el año 23151 según vuestra antigua cuenta y te damos la bienvenida a nuestro planeta.
Óscar miro a su alrededor no comprendiendo nada.
—Hemos creído conveniente transmutarte en un ser multidimensional. Te hemos asignado una misión y te adiestraremos para ella de la mejor manera que podamos, pero será solo cosa tuya llevarla a cabo —dijo de nuevo el situado en el medio.
—Soy… Óscar —pudo decir al fin abrumado ante aquella situación tan extraña.
Los tres seres de luz se miraron sin comprender la causa de que su invitado les dijera su nombre, pues ya lo conocían: ellos lo habían llevado allí y sabían perfectamente quién era aunque ciertas sutilezas de los antiguos humanos se les escapaban.
—Yo soy Ïorgs —dijo al fin el ser situado a la izquierda comprendiendo que ellos no se habían presentado aún—. Ellos son Ëlg —comentó indicando con sus gruesos dedos al ser situado a la derecha—, y Alïg —señaló finalmente al más alto de los tres—. Somos los encargados de garantizar la continuidad espacio-temporal de toda la existencia.
Los tres se acercaron más a Óscar, que se sintió rodeado y levantó sus manos para protegerse, creyéndose atacado y con un miedo cerval a lo desconocido. En ese momento tomó por primera vez consciencia de su ser al ver que sus brazos, extendidos ante él, tenían las mismas marcas de luz que había observado en los tres seres que ya lo rodeaban por completo.
Óscar perdió el conocimiento y cayó al mullido suelo, solo que no cayó del todo y fue sostenido en el aire por tres pares de manos suaves y cálidas como una brisa de primavera.
Horas después Óscar se despertó de nuevo, creyendo que todo había sido un imaginativo sueño, pero se encontró tumbado sobre el mismo aire y sintió una ausencia de equilibrio al ver que no se mantenía sobre materia visible. Pronto recuperó la estabilidad y pudo poner los pies, luminosos como sus manos, sobre un suelo que empezó a desplazarlo como si recorriera un pasillo mecánico e invisible.
Se cruzó por el camino con diversos seres, menos luminosos que los tres que había visto anteriormente e incluso menos luminosos que él mismo, y estos agachaban la cabeza a su paso. Óscar no sabía si era por simple desagrado al ser un extraño en aquel lugar o por cierto respeto, pues lo habían rescatado de otro tiempo para completar una misión de la que no sabía nada. Cruzó de pronto un umbral de piedra negra como una noche sin luna ni estrellas y se detuvo en seco, no cayó al suelo por las fuerzas que notó le rodeaban impidiendo accidentes.
—Bienvenido de nuevo —dijo Alïg.
—Ahora comenzaremos con unas lecciones de historia —continuó Ëlg.
—Y también te explicaremos cómo navegar entre las corrientes temporales —finalizó Ïorgs.
Óscar no sabía qué decir a continuación, así que se acercó a los tres, que se apoyaban en un atril de piedra negra como la del umbral, y esperó en silencio.
La sala, que permanecía de un blanco impoluto, a excepción del umbral y el atril, desapareció convirtiéndose en una vista del planeta Tierra en el momento de su desaparición, esfumándose en el espacio sin dejar rastro.
—Los experimentos realizados por la humanidad la destruyeron completamente pocos años después del momento en el que te reclutamos. Tu misión es que esa destrucción no se lleve a cabo —dijo Alïg desvelando por fin la tarea que le iban a encomendar.
Óscar, que veía en bucle una y otra vez cómo la Tierra desaparecía, quedó en shock. Por mucho que le hubieran convertido en cualquier cosa: «en un ser multidimensional» recordó, no sabía como podría llevar a buen puerto aquella loca empresa.
—Creo que os habéis equivocado de persona —dijo finalmente.
—Eres tú quien ha sido elegido, y tú serás el que salga vencedor o vencido —respondió Ëlg.
—Tienes de plazo hasta 2041 —añadió Ïorgs—. Confiamos en ti.
Óscar sabía que no podría hacer nada, aquello era una insensatez enorme, y le decían que confiaban en él. Él mismo no confiaba la mayoría del tiempo en sus propias acciones, así que no sabía cómo otras personas podrían hacerlo.
La sala recuperó su albura, y el más alto de los tres puso sus firmes y luminosas manos, enérgicamente, sobre el atril.
—Lo harás. O perecerás en el intento, junto con toda la humanidad. Es así de simple. ¿Prefieres acaso evaporarte de la existencia sin haber intentado solucionar el problema?
Alïg había tocado la fibra sensible de Óscar. Este siempre había pensado que había tres tipos de personas: productores, mantenedores y comerciantes. Él se consideraba a sí mismo de los segundos, y ahora le proponían mantener, en sentido estricto, a la humanidad viva. No había reto mayor, pues en algún ataque de realidad durante los años anteriores había opinado que sería mejor para el propio planeta que la humanidad se extinguiese, «aunque sólo fuera un poco» como se decía para no parecer tan terrible aquel pensamiento.
—¿Y si el destino es que la Tierra desaparezca? —preguntó.
—No lo es —respondió Ëlg.
—Cambiemos de tema —continuó Ïorgs—. Ya te ha sido explicada tu misión y el plazo, ahora continuaremos explicándote como vas a utilizar tus nuevas capacidades.
»En algún momento perdido, y al que no podemos acceder, nuestra base se fusionó: dejamos de ser formas físicas basadas en el carbono para basarnos también en el silicio, una mezcla insólita, y perfecta. Aquel salto evolutivo nos llevó a poder observar la tridimensionalidad temporal, la que hace poco en tu tiempo se ha demostrado matemáticamente real aunque sin efectos prácticos algunos, todavía.
—Por las líneas de luz que recorren tu cuerpo transcurren varias partículas de las que en vuestro tiempo solo imagináis su existencia y que por alguna razón se consiguieron enclaustrar en cuerpos físicos para su utilización. La luminosidad de cada uno de nosotros se debe en parte a esas partículas, a más densidad más brillante se vuelve uno, y más poder de control tiene sobre el tiempo mismo —dijo de carrerilla Ëlg, como si hubiera memorizado aquella cantinela de pequeño.
»No todo depende de esas partículas, también hay moléculas que desarrollamos endógenamente, y que en realidad son las encargadas de poder controlar la intemporalidad.
—Nosotros, como habrás podido contemplar al cruzarte con otros seres en el camino a esta sala, somos los más luminosos de todos, pues ostentamos el mayor poder posible —comentó con orgullo Alïg—. Ahora se te ha concedido ese privilegio a ti también, aunque no formes parte del grupo de garantes de la continuidad espacio-temporal.
Toda aquella cháchara realmente no le estaba enseñando demasiado a Óscar, que por su cuenta y riesgo intentaba ya desbloquear su potencial, consiguiendo únicamente hacer pequeñas pausas en el tiempo, observando como sus interlocutores se quedaban helados durante escasos segundos con la palabra en la boca y en situación bastante cómica, pero notó que aquello le agotaba ligeramente.
—Te harás más fuerte con la práctica —dijo Ïorgs al ver que ya Óscar estaba descubriendo por su cuenta cómo funcionaban sus nuevas capacidades; era el único de los tres que se había percatado de aquella situación.
Los otros dos miraron sin comprender hasta que Ïorgs les hizo un gesto con la mano, no suponían que alguien con conocimientos limitados como aquel humano pudiera realizar avances solo unos minutos después de haber sido evolucionado. A ellos mismos, que habían nacido de aquella manera, les había costado años de adiestramiento llegar a salir del flujo temporal. Los tres pensaron al mismo tiempo que quizá les costara menos tiempo del planeado educar a aquella primitiva forma de vida de la que dependía toda la misión.
Después de aquella sesión iniciática, dejaron que Óscar descansara y se adecuara a su nueva realidad, lo alimentaron y dejaron que durmiera durante unas pocas horas, lo que no le resultó sencillo por el fulgor de su cuerpo.
A la mañana siguiente lo llamaron de nuevo a la sala y lo acomodaron en una especie de silla-camilla. Allí le introdujeron todo el conocimiento necesario a través de las palmas de las manos, donde más terminaciones lumínicas residían. De los reposabrazos salieron miles de filamentos lumínicos que se fusionaron con la piel, y el flujo de información recorrió todo el cuerpo de Óscar hasta asentarse en las nuevas neuronas cuánticas que se habían generado dentro de su cerebro tras la evolución. El proceso se repitió durante los siguientes días, hasta que la transferencia de conocimiento estuvo completa.
—Ahora ya tienes todo lo que necesitas —dijo Alïg.
—Solo necesitas comenzar a practicar el control espacio-temporal —continuó Ëlg.
—Puede que te… —decía Ïorgs cuando Óscar salió de allí dejando a los tres estupefactos, y aterrados, con la sensación de haber perdido el control en ese mismo instante.
Óscar se hallaba a miles de kilómetros de allí, en las antípodas de aquel planeta, flotando sobre un mar oscuro, de fuerte oleaje y bajo un vendaval y una tormenta que puso a prueba todo su control. Subió después por encima de los nubarrones densos y oscuros hasta ver la luz del Sol, que no reconoció como el suyo propio, y se quedó levitando sobre el planeta, rodeado de una burbuja de atemporalidad que le permitió sobrevivir en el espacio durante un periodo indeterminado.