Multidimensional (parte III – Oscuridad)

MULTIDIMENSIONAL

3 – OSCURIDAD

Después de observar aquel mundo del que podría ser el año 23151, Óscar decidió volver al suyo propio y comenzar a recabar la información necesaria, con las pistas que ya había recibido.

Cambió de fase, pasando de ser partícula a onda, y se trasladó por el éter hasta el momento en el que había sido tomado por aquellos seres. Se miró frente al espejo de su cuarto de baño, y tras unos segundos comprobó en el reloj de la radio, que estaba sobre una pequeña repisa, que el minutero cambiaba de las 08:06 a las 08:07.

Volvió después a su cuarto y se vistió con ropas que le permitieran ocultar su luminosidad, pero no resultó suficiente. Suponía que no se dejaría ver, pero de alguna manera debía pasar inadvertido. Se sentó en el sofá cubierto de arriba a abajo, mostrando solo al exterior la cabeza, algo de cuello y ambas manos. Se miró las grietas llenas de luz de sus palmas y pensó en cómo reducir aquella exposición de fotones al exterior; pensó en ponerse unos guantes, una gorra y salir a la calle de aquella guisa, pero el clima no acompañaba para ir tan cubierto, pese a estar a mediados de otoño el Sol atacaba con fuerza y el termómetro no bajaba de los 26 grados centígrados. Se le ocurrió cubrirse con maquillaje, pero no tenía, y el simple hecho de ir a buscarlo a la tienda ya le expondría, aunque siempre podría servirse de sus capacidades para tomarlos prestados mientras que frenaba el discurrir del tiempo; no era una solución elegante y la descartó, pero la idea de utilizar sus capacidades caló hondo y pensó en que si tenía las capacidades necesarias como para manejar el espacio-tiempo, también sería capaz de alterar en cierta manera la materia misma, y al igual que él se transformaba en onda para recorrer a su antojo épocas y lugares de otro modo vetadas para él, podría transformar ondas ajenas en partículas e incluso átomos de otros elementos en lo que él quisiera.

Comenzó con pruebas sencillas, sacó los restos de un filete, de la noche anterior, de la basura y se concentró en ellos. Tras unos minutos de seria meditación consiguió que se crease una fina costra a su alrededor y luego la visualizó como piel misma. Le dejó agotado, pero supo que aquella era la manera para pasar desapercibido.

Ya que estaba en la cocina desayunó fuerte, y recuperó las energías casi al completo. Entonces se centró en sus manos, en las líneas de luz que las recorrían adentrándose en el resto del cuerpo, y comenzó a cubrirlas milímetro a milímetro, oscureciendo y densificando la piel que las cubría hasta que todo su cuerpo pareció de nuevo normal. Supuso que la sociedad a la que lo habían llevado utilizaba aquella luminosidad como símbolo de estatus, pero en el momento en el que él mismo vivía aquello no tenía ningún sentido. Todo el cambio la había resultado menos exigente que el experimento con los restos del filete, pero aún así se tomó el resto del día para recuperarse y trazar un plan válido.

A la noche decidió que necesitaba ver de nuevo el fin del mundo y volvió a transformarse en onda, salió de la atmósfera que recubría el planeta y se posó sobre la superficie de la Luna, siempre estando protegido por la burbuja de atemporalidad que le rodeaba. Viajó una década al futuro y de un segundo al siguiente la Tierra había desaparecido. Se quedó observando aquel instante detenido en el tiempo y le asfixió una sensación de soledad que suponía que nadie habría vivido jamás.

Óscar recorrió el camino a la inversa y volvió a la mañana de su cambio. Había visto la realidad y quería cambiarla, no por la misión, sino por él mismo, por los suyos, quizá no tanto por la humanidad en conjunto que sentía como un virus en el planeta… pero había cosas buenas que mantener.

Comenzó a investigar con lo que le habían dicho los tres seres de luz, tenía varias pistas incongruentes: eran humanos evolucionados, aunque la humanidad había desaparecido en 2041, aquello podría deberse a bases secretas en otros planetas, había oído hablar de ellas, también hablaban del cambio de base a una mezcla de carbono-silicio, por allí empezaría.

Recorrió poco a poco los avances realizados en biología hasta la desaparición del planeta y comprobó que en el año 2037, 6 años en su futuro, se creaba el primer ser con aquella mezcla de base: un ratón con un doble sistema nervioso y que vivió apenas unos días pero que se demostró como el más inteligentes de los “nacidos” hasta el momento. A partir de ese descubrimiento Óscar comenzó a observar qué hechos habían llevado a la humanidad hasta aquel momento.

Descubrió que todo se remontaba 40 años atrás, en la última década del siglo XX y cuando él aún no había nacido. Un proyecto militar secreto conjunto a la GZK había conseguido crear el primer chip con un qbit, nadie supo nada de aquello hasta años después. Ese pequeño chip dobló automáticamente la capacidad de computación de los primitivos ordenadores y ayudó a que años después se creara el primer chip consistente en dos qbits; no consistía solo en crear aquellos qbits y ponerlos a trabajar en paralelo, sino en generar las órdenes necesarias para que pudieran trabajar sin pisarse uno al otro, la programación fue mucho más complicada que la misma creación de aquel chip.

Hasta 2015 no pudieron implementar el primer chip con 3 qbits, intensos quebraderos de cabeza impidieron su creación anterior pues con cada adicción se veían inmersos en nuevos problemas incapaces de resolver con la potencia disponible. A partir de ese chip el crecimiento fue exponencial e imposible de detener hasta que en 2026 se creó el primer chip con 128 qbits.

Óscar se dijo que era el momento que llevaba buscando desde que había comenzado su investigación, y que tendría que robar aquel chip para detener los avances que darían con el fin de todo.

La ubicación en la que se encontraba aquel prodigioso chip era rara, terreno de nadie y aún así de todos, pero vetado para cualquier humano que quisiera posar sus pies o sentir su gélido aire dentro de sí. Pese a que Óscar supuso en algún momento de la investigación que todo aquello se desarrollaría en terreno Norteamericano, en alguna universidad tipo MIT o Caltech, o incluso en instalaciones secretas pero conocidas como el famoso Área 51, tuvo que ir al Sur, donde el hielo cubría una tierra oculta y prohibida, y en la que se decía que se llevaban solamente experimentos para observar y mejorar el clima planetario. Allí se hacía mucho más, e incluso para sobrevolar la zona había que pedir permisos sin los cuales el aparato sería derribado sin ningún tipo de conflicto diplomático. Óscar tuvo que ir al Continente Antártico, y no le resultó tan sencillo como llegar a la Luna.

Las medidas de seguridad eran excelentes, de una categoría inimaginable, e incluso cubierto por la atemporalidad Óscar notó como había alarmas que trabajaban en su mismo nivel, y que se dispararon en cuanto puso su particular masa en las instalaciones en las que se llevaría a cabo el experimento que debía parar del día siguiente.

Óscar se quedó congelado y su entorno se volvió mucho más denso de lo habitual, incluso de lo necesario; tuvo que concentrarse profundamente para volver a convertirse en onda y escapar de allí, y no lo consiguió hasta que se deshizo de la capa que cubría los ríos de luz que recorrían cada centímetro de su piel. Profundizó en las instalaciones, muy por debajo del nivel del mar, y tras unos muros de acero, plomo y cemento, de metros de espesor, en una estantería y rodeado de muchos otros ingenios tecnológicos se hallaba el buscado chip, que cogió sin que nada se lo impidiera.

Luego siguió buscando en las instalaciones y encontró la máquina en la que se había fabricado el chip, dentro de la que se encontraban las instrucciones necesarias para clonarlo. No había resultado sencillo diseñar aquellas especificaciones, el juego de órdenes ni siquiera los materiales con los que aquel engendro tecnológico se había fabricado, y aunque quedaran datos en bancos de memoria de otras localizaciones, Óscar decidió borrar todo rastro de la existencia de aquel chip de aquellas instalaciones.

Huir fue sencillo, en un instante estaba allí en 2015 y al siguiente estaba en la superficie lunar del año 2041, observando si la Tierra desaparecía o se quedaba inalterada en el espacio.

La Tierra desapareció, al igual que las otras dos veces que Óscar había visto aquel momento, y lloró por no haber sido capaz de eliminar aquel evento histórico como se le había mandado. El llanto le ahogó y fue incapaz de detener el tiempo a su alrededor como la vez anterior. Había fallado. Observó el vacío donde antes había un mundo fértil y en sus manos el chip que suponía todo podría cambiar.

La Tierra reapareció en su misma posición segundos después. Óscar siguió llorando, esta vez de alegría.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *