Cuando nacemos no sabemos andar. Copiamos de los mayores y poco a poco aprendemos a poner un pie delante del otro, a mantenernos erguidos y a movernos hacia delante.
Cuando nacemos no sabemos hablar. Escuchamos a todos los que nos rodean, empezamos a aprender a utilizar el aparato fonador, a controlarlo. Luego aprendemos palabras y su significado, a ordenarlas en un discurso medio coherente y a expresar lo que queremos decir con mucho más que gritos y golpes de pulmón.
Cuando nacemos no sabemos leer. Nos llevan a la escuela para descubrir los símbolos que hacen de copia en papel de cada sonido que somos capaces de emitir con nuestra propia voz. Después aprendemos su significado cuando están juntos en palabras y por último somos capaces de leer textos completos, entendiendo su significado, a nuestra propia velocidad.
¿Y escribir?
¿Qué necesitamos para escribir?
Ya sabemos hablar.
Ya sabemos leer.
Habremos hablado cientos de horas; castigos en el colegio mediante, por hacerlo cuando no se debe.
Con suerte habremos leído decenas de libros, o cientos si ha habido tiempo y suerte.
Esos son los mimbres básicos para poder escribir.
Solo nos hacen falta ideas y paciencia.
Aprender a escribir es sencillo, al menos siguiendo el mismo proceso que para aprender a andar. Empezaremos gateando, cayéndonos, teniendo errores de cálculo que bien pueden ser partes de texto incomprensibles o poner un pie delante del otro demasiado deprisa, en ambos casos tendremos un tropezón, pero continuaremos intentándolo. Es ahí donde reside el mayor aprendizaje, la ausencia de rendición, continuar intentándolo.
El siguiente paso será más fino, la siguiente frase tendrá las palabras adecuadas. Seguirá habiendo errores. Tendremos que aprender a utilizar comas y puntos, igual que necesitaremos ponernos unos zapatos del tamaño correcto. Tendremos que aprender a utilizar tildes y las palabras correctas en cada caso (algún día hablaré del laísmo que tanto me acecha), al igual que andaremos con la planta completa sobre el suelo, sin torcer el pie.
Aprenderemos a utilizar el ritmo correcto, expresando la acción de una manera que le resulte atractiva al lector, expresando agilidad o relajación según convenga a la escena, al igual que no correremos contra un árbol sino que lo esquivaremos o que no andaremos sobre las aguas, sino que pasearemos o correremos por la vera del río.
Poco a poco nuestros textos estarán mejor escritos, porque se puede aprender a escribir igual que a hablar o a leer, solo hace falta constancia, mucho ensayo-error y muchas más lecturas.
Solo hace falta querer. Solo hace falta una chispa que encienda nuestra imaginación. Las herramientas están por todas partes: papel, lápiz y palabras.
Escribid, malditos. Es algo que podrá trascender nuestras cenizas.
Y leed, mucho.