Nací en una camada de seis; lo recuerdo bien, aunque a los pocos días de nacer me separaron de mis hermanos y hermanas. Mis dueños me eligieron porque parecía ser la más dócil de los seis. Eso lo decidieron tras realizar varias pruebas para comprobar mi agresividad o estado de alteración, y asumieron que mi falta de ganas para responder a sus juegos y travesuras era docilidad. Así que me llamaron Dócil desde el inicio, y yo seguí actuando de la misma forma, a mi manera.
Durante los siguientes cuatro ciclos me trataron como a una reina, aunque al final de ese período las cosas comenzaron a cambiar. Noté cómo la barriga de mi dueña crecía poco a poco y asumí que ella tendría una camada propia. No sabía cómo afectaría aquella situación a mi estatus dentro de la familia, de la que me había apoderado con docilidad y buenas maneras, pero continué actuando de la misma forma, intentando evitar excesos y agravios.
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