Por primera vez me he apuntado a un curso de escritura creativa. Después de todo lo escrito ya era hora. Es un curso de la UNED, y es gratuito y basado en que los textos que hay que ir escribiendo te los van a valorar el resto de alumnos.
Aquí voy a copiar el texto que he escrito para la primera semana, que tenía que relatar algún momento significativo de la vida propia. A continuación: Críticas.
Críticas
Hasta el año 2009 no había escrito nada más que algunas rimas, de pésima calidad, de las que se entregan al interés amoroso de turno; uno era un romántico, ¿qué se le va a hacer? Tampoco había leído demasiado por aquel entonces: una saga de aventuras en la España de la Edad de Oro, escrita por un autor nacional, y la que hasta ahora sigue siendo mi saga preferida de ciencia ficción, escrita por Asimov. Aquel año leí mucho y variado, y comencé un gran proyecto: escribir mi primera novela, esa que hoy sigue aparcada con poco más de veinte mil palabras y que dudo pueda llegar a finalizar en algún momento.
Al año siguiente, 2010, decidí que tenía que cambiar de objetivo. Al igual que uno no decide correr una maratón y lo hace sin entrenamiento, supuse que para escribir una novela debería empezar por algo más pequeño, llegué al mundo del relato corto. Y así, durante el verano y sin ningún tipo de formación, aún carezco de la misma, escribí mi primer relato: una historia de ciencia ficción transhumanista, que trataba de lo que puede hacer alguien cuando descubre que tiene nuevas habilidades que le han sido implantadas sin su consentimiento. Aquel relato de 7655 palabras quedó guardado en formato odt, ocupando 25 KB y esperando no ser leído jamás. Me aterraba que alguien pusiera sus ojos sobre aquella historia, era mía y para mí, únicamente.
A finales de aquel año vi que había un concurso de relatos de ciencia ficción en una página de internet, que todavía hoy frecuento y que aún realiza concursos de relatos en los que participo activamente, y el premio me llamó la atención: un lector electrónico. Así que con cierto grado de valor, o insensatez, me dije: «Preséntalo, es un pedazo de relato, seguro que ganas». En aquel error de percepción cimenté una nueva realidad, pues no era tan bueno, todo lo contrario.
No me arrepiento de haberlo presentado a concurso. Fue como una historia de amor, con sus mariposas en el estómago al principio, brotes de mal humor por las críticas y un final que dio paso a decenas de comienzos diferentes. Las críticas fueron muy duras; en el concurso puntuaban los propios autores y la nota de mi relato se mantuvo entre el uno y el cuatro sobre diez. Dijeron de él que era simple, que tenía un estilo literario pobre, que las comas estaban sembradas por el texto y muchas cosas más. Todo era cierto y agradezco que me lo dijeran en aquel momento. Recuerdo que después de leer las críticas me pegué buenas carreras y me regalé buenas sesiones de pesas, formas de comportarse que tiene uno.
Pero, siempre hay un pero, también encontré pequeños rastros de luz entre las críticas más negras, e indudablemente los recogí y los utilicé para salir a flote aún suponiendo que no sería fácil que siguiera escribiendo, lo de volver a exponerme al público tras aquella debacle ni se me pasó por la cabeza en aquel momento: dijeron que era imaginativo, que las descripciones eran buenas, que tenía buen ritmo e incluso hubo un autor que, tras un fuerte palo, me dijo, y transcribo: «No te desanimes por favor, continúa escribiendo». Necesitaba mejorar muchas cosas y me puse a ello, de manera autodidacta.
Así que leí todo lo que pasó por mis manos, sigo creyendo que es de las mejores maneras de aprender a contar historias, y seguí escribiendo relatos. Meses después convocaron un nuevo concurso y volví a presentar un relato, como el boxeador que se levanta tras haber besado la lona, esperando el siguiente golpe; las puntuaciones navegaron entre el cinco y el siete. Las malas críticas, que si hubiera dejado de escribir tras el primer concurso se hubieran quedado ahí para siempre, se fueron tornando en positivas poco a poco. No he faltado a un solo concurso desde entonces, en alguno he presentado incluso más de una obra.
Hoy, muchos años después, con casi cuarenta relatos escritos, cientos de críticas recibidas, e incluso una novela de fantasía urbana recién auto-publicada, pienso que aquellos empujones hacia delante, que fueron las críticas constructivas y positivas, me marcaron y me ayudaron a seguir escribiendo. Y cuando releo aquel horrible primer relato, H+, soy capaz de criticarlo más duramente de lo que lo hicieron otros en el pasado; y podría corregirlo, cambiarlo de arriba a abajo y mejorarlo muchísimo, pero no quiero, porque perdería lo que es, hijo de aquel tiempo y aquellas circunstancias y el germen de la mejora que busco cada vez que me pongo ante el teclado.