He visto sangre cubriendo mi cuerpo, mezcla de antiguo material orgánico y de duro acero forjado a base de miles y miles de golpes. He escuchado un crack, intuyendo las ondas de choque a través de los poros de mi mango, que en otro momento fue madera viva. He notado el calor, corriendo por mi astil y mi cabeza, deslizándose pastoso por todo mi cuerpo, tiñéndome el pulido barnizado de un denso rojo.
Y aún así, aquí sigo tirado, esperando a que mi amo venga a reclamarme, estático en el suelo, junto a un par de ancianas pelusas, que no dejan de maldecirse entre ellas por su suerte, y una corroída gubia que lleva tiempo sin entrar en su objetivo como cuchillo caliente en mantequilla.
Espero, duermo más que vivo, busco una misión cuando un rayo de luz se refleja en mi brillante cabeza, esperando a golpear con ella cualquier cosa que se ponga por delante. No llega el día, el momento se hace esperar, y entre sueños sigo viendo mi destino, escuchando cómo llega de golpe, sintiéndome deslizar por la mano de mi amo a causa de la súbita humedad.
¡Crack!
¡Crack!
¡Plof!
Lo noto, ya llega el momento, la puerta se abre y la luz comienza a rodearme, la puerta chirría y se cierra de un golpe. Mi amo parece malhumorado, hoy es el día. Sé que hoy es el día. Se acerca a mí, la vibración del aire anuncia tormenta. ¡Sí! Me acaba de coger, por fin voy a abandonar a las dos viejas y agriadas pelusas. ¡Adiós, desgraciadas!, pienso cuando comienzo a viajar a una velocidad superior a la acostumbrada. Salimos del taller. ¡Voy a cumplir mi sueño!
No entiendo lo que grita mi amo, pero está cara a cara con alguien mientras que me tiene alzado en el aire con gesto amenazante. Ya llega. La velocidad aumenta súbitamente y desciendo como si descendiera sin frenos en una montaña rusa.
¡Crack!
¡Crack!
¡Plof!
Vuelvo al suelo cubierto de un líquido rojo, creía que sería más denso, pero es acuoso, y me cubren restos de una piel del mismo tono.
¡Mierda! Ha sido un tomate.